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Resumen: Guía de hábitos inteligentes

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Las ac­cio­nes de­ter­mi­nan la per­so­na­li­dad de los in­di­vi­duos. Las per­so­nas que adop­tan há­bi­tos in­te­li­gen­tes para su vida co­ti­diana, desa­rro­llan su in­te­li­gen­cia dia­ria­mente. En esta Guía de há­bi­tos in­te­li­gen­tes, I.C. Ro­bledo, maes­tro en psi­co­lo­gía in­dus­trial y or­ga­ni­za­cio­nal, re­co­pila 36 há­bi­tos que con­tri­bu­yen a desa­rro­llar la in­te­li­gen­cia de una ma­nera sen­ci­lla y prác­tica. Ade­más de ex­pli­car cada uno, ofrece al­gu­nas pau­tas para prac­ti­car­los, así como al­gu­nas re­fe­ren­cias de ma­te­ria­les de apoyo en in­ter­net.

En este resumen usted aprenderá:

  • Por qué es im­por­tante desa­rro­llar há­bi­tos in­te­li­gen­tes;
  • Cómo desa­rro­llar la in­te­li­gen­cia a tra­vés de há­bi­tos ele­gi­dos cons­cien­te­mente y
  • Cuá­les son los me­jo­res há­bi­tos que puede adop­tar para desa­rro­llar la in­te­li­gen­cia.

Ideas fundamentales

  • Los há­bi­tos in­te­li­gen­tes son aque­llos que im­pli­can un reto, que exi­gen es­fuerzo y es­ti­mu­lan la mente.
  • La in­te­li­gen­cia no tiene lí­mi­tes; se desa­rro­lla todos los días a tra­vés de las ac­cio­nes, del es­fuerzo de en­ca­rar los retos.
  • Ob­ser­var a una per­sona in­te­li­gente y co­piar sus há­bi­tos es una ac­ti­vi­dad be­ne­fi­ciosa.
  • Prac­ti­car al­gu­nos há­bi­tos in­te­li­gen­tes puede im­pli­car en­fren­tar mie­dos e in­se­gu­ri­da­des, pero con cons­tan­cia y de­ter­mi­na­ción es po­si­ble ven­cer­los.
  • Leer no­ti­cias dia­ria­mente es­ti­mula el pen­sa­miento y en­ri­quece cul­tu­ral­mente.
  • Las per­so­nas que en­ca­ran nue­vos retos desa­rro­llan la in­te­li­gen­cia y se man­tie­nen en cons­tante desa­rro­llo.
  • El con­tacto y la con­vi­ven­cia con otras per­so­nas es fuente de nue­vos apren­di­za­jes.
  • La me­mo­ria es una he­rra­mienta in­te­lec­tual im­por­tante, por eso hay que es­ti­mu­larla.
  • La es­cri­tura es un há­bito pro­ve­choso para desa­rro­llar la in­te­li­gen­cia. Gra­cias a ella, es po­si­ble con­fron­tar ideas, ex­pe­rien­cias, pun­tos de vista y pen­sa­mien­tos.
  • Un buen sis­tema para in­te­grar los há­bi­tos in­te­li­gen­tes a la vida es ele­gir un há­bito, prac­ti­carlo, eva­luarlo y con­so­li­darlo.

Resumen

Há­bi­tos in­te­li­gen­tes

Todo aque­llo que hace una per­sona para desa­rro­llarse in­te­lec­tual­mente, es un há­bito in­te­li­gente. Es im­por­tante iden­ti­fi­car e in­te­grar a la vida co­ti­diana cos­tum­bres que im­pli­quen desafíos que es­ti­mu­len la mente. En la es­cuela se apren­den cosas im­por­tan­tes, pero el apren­di­zaje debe ir más allá. Si el apren­di­zaje se li­mita úni­ca­mente al ám­bito es­co­lar, se em­po­brece el po­ten­cial de la per­sona.

Para desa­rro­llar la ca­pa­ci­dad in­te­lec­tual, es in­dis­pen­sa­ble tra­ba­jar dia­ria­mente. En prin­ci­pio los há­bi­tos in­te­li­gen­tes pue­den re­pre­sen­tar una tarea di­fí­cil, pero esto cam­bia cuando esos há­bi­tos se vuel­ven cos­tum­bres. Una per­sona que no crea há­bi­tos in­te­li­gen­tes en su vida no desa­rro­lla su in­te­li­gen­cia. Los há­bi­tos ge­ne­ran ven­ta­jas o des­ven­ta­jas para las per­so­nas, pues in­ci­den di­rec­ta­mente para bien y para mal en la vida co­ti­diana.

“Un há­bito in­te­li­gente es sim­ple­mente una ac­ción que usted rea­liza con re­gu­la­ri­dad por­que le ayuda a desa­rro­llar más su mente y su in­te­lecto”.

Con un poco de ob­ser­va­ción, es po­si­ble dis­tin­guir qué há­bi­tos hacen de una per­sona al­guien in­te­li­gente. La ob­ser­va­ción misma ya es un buen há­bito. Pre­gun­tar cual­quier cosa que in­triga es otro buen há­bito, lo mismo que leer tex­tos acerca de dis­tin­tos temas. Ac­ti­vi­da­des sen­ci­llas como estas son de­ter­mi­nan­tes en el desa­rro­llo in­te­lec­tual de quie­nes las prac­ti­can. Puede no ser fácil em­pren­der al­gu­nos há­bi­tos in­te­li­gen­tes por­que se deben ven­cer obs­tácu­los, mie­dos e in­se­gu­ri­da­des; pero con el tiempo y la cons­tan­cia, y sobre todo pa­cien­cia, es po­si­ble lo­grarlo.

“El se­creto acerca de la gente in­te­li­gente es que no na­cie­ron de esa ma­nera. Se re­quiere algo de tra­bajo para cul­ti­var una mente in­te­li­gente”.

Cinco cla­ves para po­ten­cia­li­zar re­sul­ta­dos

Hay cinco as­pec­tos im­por­tan­tes que deben ser con­si­de­ra­dos para po­ten­cia­li­zar los re­sul­ta­dos de prac­ti­car há­bi­tos in­te­li­gen­tes. Con ayuda de estos, se con­si­guen me­jo­res re­sul­ta­dos; si, por el con­tra­rio, no se les con­si­dera, el desa­rro­llo de la in­te­li­gen­cia puede re­sul­tar más di­fí­cil.

Prac­ti­car las ha­bi­li­da­des ayuda a per­fec­cio­nar­las – Hay per­so­nas que con­si­de­ran que na­cie­ron con cier­tas ha­bi­li­da­des, para ellas no es po­si­ble desa­rro­llar otras, ir más allá. Cuando un pro­blema las re­basa, re­nun­cian. En cam­bio, hay per­so­nas que con­si­de­ran que pue­den desa­rro­llar dia­ria­mente sus ha­bi­li­da­des. Ellas se es­fuer­zan con­ti­nua­mente para re­sol­ver cada pro­blema y desa­rro­llan cons­tan­te­mente su in­te­li­gen­cia. 

Los há­bi­tos in­ci­den en el desa­rro­llo de la in­te­li­gen­cia – Es im­por­tante lo que una per­sona piensa sobre sí misma y sobre el mundo, pero lo que hace es igual o más efec­tivo. Las ac­cio­nes ge­ne­ran cam­bio, re­fuer­zan apren­di­za­jes y per­fec­cio­nan el desem­peño.

No todos los há­bi­tos son igua­les – Los há­bi­tos más im­por­tan­tes son los que im­pli­can un reto mayor. Una vez que un há­bito se vuelve fácil de re­pe­tir es mo­mento de en­con­trar uno nuevo, que exija es­fuerzo.

El co­no­ci­miento en­gen­dra co­no­ci­miento – Los nue­vos apren­di­za­jes pro­vie­nen de los an­te­rio­res. Antes de en­ca­rar un nuevo apren­di­zaje con­viene co­no­cerlo.

La in­te­li­gen­cia es una forma de vida – Es la per­sona quien elige desa­rro­llar o no su in­te­li­gen­cia. Vivir de ma­nera in­te­li­gente im­plica se­lec­cio­nar há­bi­tos que fo­men­ten el desa­rro­llo cons­tante de di­fe­ren­tes apren­di­za­jes.

“Las per­so­nas con una men­ta­li­dad de cre­ci­miento pien­san que si nos es­for­za­mos en tra­ba­jar en algo, en­ton­ces siem­pre po­dre­mos me­jo­rar nues­tras ha­bi­li­da­des y lle­gar a ser me­jo­res”.

Im­ple­men­tar há­bi­tos in­te­li­gen­tes en la vida co­ti­diana ge­nera me­jo­ras en la vida la­bo­ral y per­so­nal. Los in­di­vi­duos que em­pren­den el desa­rro­llo de su in­te­li­gen­cia com­pren­den mejor las si­tua­cio­nes en su en­torno, pien­san con mayor cla­ri­dad, re­co­no­cen pa­tro­nes, me­jo­ran su me­mo­ria y pue­den fá­cil­mente desa­rro­llar nue­vos apren­di­za­jes y ha­bi­li­da­des. No existe una media de tiempo para prac­ti­car cada há­bito, de­pende de la per­sona y su si­tua­ción es­pe­cí­fica.

“La im­ple­men­ta­ción de há­bi­tos in­te­li­gen­tes le da ven­ta­jas en el tra­bajo y en la vida en ge­ne­ral”.

No es ne­ce­sa­rio plan­tearse la re­so­lu­ción de gran­des enig­mas o pro­ble­mas cien­tí­fi­cos. Se puede em­pe­zar por estar in­for­mado acerca de todos los ám­bi­tos y apren­der algo nuevo de ellos todos los días. Pau­la­ti­na­mente, estos pe­que­ños apren­di­za­jes se unen y ge­ne­ran una mayor in­te­li­gen­cia y co­no­ci­miento del mundo.

Cada día se puede apren­der algo

Una per­sona in­te­li­gente se man­tiene al tanto de lo que su­cede en su en­torno y más allá de este. Para ello ayuda estar en­te­ra­dos de las no­ti­cias. De esta forma se evita el es­tan­ca­miento y se am­plía el en­ten­di­miento y la com­pren­sión so­cial, eco­nó­mica y po­lí­tica del mundo. Tam­bién es im­por­tante estar en­te­ra­dos de lo que su­cede en el ám­bito de la cien­cia, los de­por­tes, los es­pec­tácu­los, el arte, en fin; todo es im­por­tante por­que al final, todo suma para au­men­tar su co­no­ci­miento.

“Las per­so­nas real­mente in­te­li­gen­tes tie­nen el há­bito de ejer­ci­tar sus men­tes de forma ru­ti­na­ria. No pa­sa­rán un día sin desafiarse a sí mis­mos de al­guna ma­nera”.

El apren­di­zaje co­ti­diano está li­gado a ac­ti­vi­da­des sen­ci­llas que, bien en­fo­ca­das, pue­den ser bue­nas op­cio­nes de desa­rro­llo. La lec­tura es uno de los me­jo­res há­bi­tos. Hay que leer todo tipo de tex­tos, li­te­ra­tura, en­sa­yos, li­bros cien­tí­fi­cos, ar­tícu­los y pe­rió­di­cos. A la larga, leer desa­rro­lla la ca­pa­ci­dad de una per­sona para en­ta­blar con­ver­sa­cio­nes, para ge­ne­rar ideas pro­pias y ar­gu­men­tar­las con bases só­li­das.

“A tra­vés de la lec­tura usted puede apren­der casi sobre cual­quier cosa. Si puede pen­sar en algo, pro­ba­ble­mente un libro ha sido es­crito sobre ese tema”.

La prác­tica co­ti­diana de otro idioma es un há­bito ex­ce­lente para desa­rro­llar el pen­sa­miento, ade­más ayuda a desa­rro­llar la ha­bi­li­dad de rea­li­zar di­fe­ren­tes ta­reas. Apren­der idio­mas in­cre­menta el co­no­ci­miento de otras cul­tu­ras, cos­tum­bres y for­mas de ver el mundo. Es una puerta tam­bién para co­no­cer la his­to­ria de otros paí­ses, sus orí­ge­nes y tra­di­cio­nes. Ex­pre­sio­nes ar­tís­ti­cas con­tem­po­rá­neas, como la mú­sica, la li­te­ra­tura y el cine, son bue­nas op­cio­nes para prac­ti­car el idioma que se está apren­diendo y am­pliar la cul­tura ge­ne­ral.

In­ten­tar nue­vas ex­pe­rien­cias

Los retos son clave en el desa­rro­llo de la in­te­li­gen­cia. Una per­sona que afronta más y ma­yo­res retos tiene un cre­ci­miento per­so­nal cons­tante. Por eso es im­por­tante en­con­trar retos ade­cua­dos para cada etapa de la vida y asu­mir­los ple­na­mente. El es­fuerzo que se re­quiere para hacer algo com­ple­ta­mente nuevo, des­co­no­cido, con­tri­buye a la fuerza in­te­rior de la per­sona. Este há­bito ayuda a no darse por ven­cido ante los pro­ble­mas y los desafíos de la vida.

“Un gran be­ne­fi­cio de apren­der un nuevo idioma es que ade­más es una mag­ní­fica opor­tu­ni­dad para apren­der sobre otras cul­tu­ras”.

Jugar es una ac­ti­vi­dad que im­plica un desa­rro­llo im­por­tante de la in­te­li­gen­cia. Los jue­gos que es­ti­mu­lan el pen­sa­miento son es­pe­cial­mente re­co­men­da­bles. El póker y el aje­drez son bue­nos para apren­der algo de psi­co­lo­gía de la com­pe­ten­cia, ade­más desa­rro­llan la ca­pa­ci­dad de di­se­ñar es­tra­te­gias y tác­ti­cas.

“Entre mayor sea el nú­mero de retos a los que usted se ex­ponga, más sig­ni­fi­ca­tivo será su apren­di­zaje”.

Es im­por­tante dejar de jugar un juego cuando se ha al­can­zado un do­mi­nio im­por­tante del mismo. Hay que cam­biar de un juego a otro cons­tan­te­mente y es­co­ger los jue­gos que im­pli­quen ma­yo­res desafíos men­ta­les o que fo­men­ten ha­bi­li­da­des nue­vas.

Vivir ru­ti­na­ria­mente no ayuda al desa­rro­llo de una per­sona, por el con­tra­rio, la em­po­brece. La ru­tina hace que el in­di­vi­duo se exija menos y preste menos aten­ción a la vida a su al­re­de­dor. Evi­tar la ru­tina puede ser tan fácil como tomar un ca­mino di­fe­rente hacia el tra­bajo o hacia cual­quier otro des­tino.

“Las per­so­nas in­te­li­gen­tes evi­tan estar en pi­loto au­to­má­tico – es decir que evi­tan hacer las ta­reas de forma au­to­má­tica, sin pen­sar”.

Los es­tí­mu­los nue­vos hacen que las per­so­nas pres­ten más aten­ción a su en­torno. Por esta razón, salir de lo ru­ti­na­rio con­tri­buye tam­bién a co­no­cer cosas, lu­ga­res, ideas, per­so­nas y ex­pe­rien­cias que están más allá de los lí­mi­tes de la zona con­fort.

“La ma­nera más obvia de que la so­cia­li­za­ción nos ayuda a apren­der y com­pren­der temas com­ple­jos es por­que com­par­ti­mos lo que apren­de­mos con nues­tros se­me­jan­tes”.

So­cia­li­za­ción

La na­tu­ra­leza del ser hu­mano lo lleva a so­cia­li­zar. La base de las ci­vi­li­za­cio­nes es el tra­bajo con­junto, pues gra­cias a él las per­so­nas in­ter­cam­bian co­no­ci­mien­tos, ex­pe­rien­cias, y re­suel­ven con­jun­ta­mente pro­ble­mas es­pe­cí­fi­cos. Hay una gran va­rie­dad de si­tua­cio­nes so­cia­les y cada una de ellas en­cie­rra ca­rac­te­rís­ti­cas y exi­gen­cias di­fe­ren­tes. La mente se man­tiene alerta y ac­tiva du­rante las ex­pe­rien­cias de so­cia­li­za­ción. El con­tacto con otras per­so­nas siem­pre será es­ti­mu­lante.

El diá­logo con per­so­nas in­tere­san­tes e in­te­li­gen­tes es un buen há­bito por­que, ade­más de pre­sen­tar nue­vos es­tí­mu­los a su in­te­lecto al com­par­tir in­for­ma­ción re­le­vante, usted puede am­pliar sus ho­ri­zon­tes y apren­der de las dis­tin­tas ma­ne­ras de ver el mundo de estos in­ter­lo­cu­to­res. Este tipo de plá­ti­cas sue­len ali­men­tar in­tere­ses y fo­men­tar la cu­rio­si­dad. Fre­cuen­te­mente re­sul­tan en se­sio­nes donde sur­gen ideas nue­vas, con ar­gu­men­tos in­tere­san­tes. Ade­más, las per­so­nas in­te­li­gen­tes sue­len tener di­fe­ren­tes pers­pec­ti­vas para ana­li­zar las cosas.

“El in­ter­cam­bio de ideas con otras per­so­nas in­te­li­gen­tes es una gran ma­nera de es­for­zarse y apren­der cosas nue­vas”.

En­se­ñar a al­guien a rea­li­zar algo es una ac­ti­vi­dad que trae gran­des be­ne­fi­cios. En­se­ñar desa­rro­lla la ca­pa­ci­dad de ex­pli­car, ar­gu­men­tar, ex­po­ner y de­mos­trar. Pero un as­pecto im­por­tante en la di­ná­mica de la en­se­ñanza es que el apren­di­zaje es el de las pre­gun­tas. Los es­tu­dian­tes pue­den lle­var un tema a ni­ve­les poco pre­vis­tos con sus dudas e in­quie­tu­des. Los bue­nos maes­tros afir­man que apren­den mucho al dar sus cla­ses, y quizá esto tenga que ver con que iden­ti­fi­can sus lí­mi­tes. Ese es un co­no­ci­miento va­lioso.

“Ge­ne­ral­mente cuando usted en­seña o ex­plica algo a otra per­sona, usted está obli­gado a darse cuenta de sus pro­pias li­mi­ta­cio­nes en la com­pren­sión de un tema”.

Me­mo­ri­zar

La me­mo­ria es una parte fun­da­men­tal de una per­sona in­te­li­gente. No se trata de tener pre­sente todo lo que su­cede, sino de me­jo­rar la ha­bi­li­dad de re­cor­dar si­tua­cio­nes, ex­pe­rien­cias y char­las. El mundo ac­tual fo­menta la pér­dida de la me­mo­ria por­que la gente de­po­sita su in­for­ma­ción en di­fe­ren­tes dis­po­si­ti­vos. La forma de con­tra­rres­tarlo es ejer­ci­tar la me­mo­ria, por ejem­plo, re­cor­dar al final del día lo que se hizo du­rante la jor­nada.

Mu­chas per­so­nas sue­len vivir en casas o de­par­ta­men­tos, sin mo­di­fi­car un ápice el orden y lugar de sus mue­bles y demás cosas. En un am­biente así la es­ti­mu­la­ción men­tal es poca y la me­mo­ria no tra­baja mucho.

“La me­mo­ria es una pie­dra an­gu­lar para el desa­rro­llo de una mente in­te­li­gente”.

Un buen há­bito es cam­biar de lugar los ob­je­tos de uso dia­rio. De esta forma se es­ti­mula la mente y de ma­nera di­recta a la me­mo­ria. Ade­más, se puede lle­gar a aho­rrar tiempo, por­que una buena me­mo­ria re­cuerda más rá­pi­da­mente datos, lu­ga­res, in­for­ma­ción en ge­ne­ral, la ubi­ca­ción de ob­je­tos y ex­pe­rien­cias.

Los re­cuer­dos son una he­rra­mienta im­por­tante para ana­li­zar ex­pe­rien­cias pa­sa­das y re­sig­ni­fi­car­las. En este sen­tido un buen ejer­ci­cio es aso­ciar una si­tua­ción u ob­jeto con re­cuer­dos que se ten­gan sobre él. Puede ser algo sen­ci­llo, como un árbol, y la idea es tra­tar de re­cor­dar todas las ex­pe­rien­cias que están vin­cu­la­das con él. Al prin­ci­pio puede cos­tar mucho tra­bajo ac­ti­var la me­mo­ria, pero con la prác­tica dia­ria le re­sul­tará más fácil.

Ayu­dar, es­cri­bir, prac­ti­car 

Toda per­sona en­frenta si­tua­cio­nes di­fí­ci­les a lo largo de su vida. Hay pro­ble­mas que exi­gen toda la ca­pa­ci­dad dis­po­ni­ble, y no es su­fi­ciente. Es im­por­tante en­ton­ces pedir ayuda, siem­pre hay al­guien con más co­no­ci­mien­tos y ex­pe­rien­cia dis­puesto a ayu­dar.

Para al­gu­nas per­so­nas es in­có­modo o quizá ver­gon­zoso bus­car ayuda, pero la reali­dad es que mu­chas per­so­nas in­te­li­gen­tes lo hacen. Hay que estar dis­puesto a ser ayu­dado y a ayu­dar.

Es­cri­bir los pen­sa­mien­tos ayuda a acla­rar­los, a re­co­no­cer sus as­pec­tos en de­ta­lle y a dis­tin­guir los ar­gu­men­tos que se tie­nen para sos­te­ner una idea. La es­cri­tura es tam­bién un re­gis­tro, un ar­chivo de ideas, pen­sa­mien­tos y pers­pec­ti­vas. Al paso del tiempo, leer lo es­crito es un há­bito que ayuda a re­con­si­de­rar pun­tos de vista, a con­tras­tar­los con el pre­sente, a re­fu­tar­los, trans­for­mar­los o re­afir­mar­los. Es­cri­bir dia­ria­mente es una ex­ce­lente forma de man­te­ner la mente ac­tiva.

De poco sirve lo apren­dido si no se tra­duce en ac­cio­nes con­cre­tas. El co­no­ci­miento no debe que­dar en lec­tu­ras y aná­li­sis. Es im­pres­cin­di­ble poner en prác­tica lo que se ha apren­dido para que el saber rinda fru­tos. Hay que hacer a un lado el miedo a co­me­ter erro­res y dar el paso. En el peor de los casos, es po­si­ble apren­der de los erro­res, así que, si los hay, serán la se­mi­lla de nue­vos apren­di­za­jes.

Dar el paso

Los há­bi­tos in­te­li­gen­tes se dis­tin­guen de otros por los be­ne­fi­cios que apor­tan y por­que son cla­ves para el desa­rro­llo per­so­nal. Es im­por­tante ele­gir qué há­bi­tos se quiere prac­ti­car, des­pués hay que lle­var­los a cabo, pos­te­rior­mente es pre­ciso re­vi­sar qué re­sul­ta­dos han ge­ne­rado y al final con­so­li­dar los há­bi­tos in­te­li­gen­tes que ayu­den a los ob­je­ti­vos per­so­na­les.

Sobre el autor

I.C. Ro­bledo es maes­tro en psi­co­lo­gía in­dus­trial y or­ga­ni­za­cio­nal. Ha es­crito sobre ha­bi­li­da­des men­ta­les y co­la­bo­rado en pu­bli­ca­cio­nes de corte aca­dé­mico, como el Crea­ti­vity Re­search Jour­nal.

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